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(Fecha: 21/08/2002)

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-(Las provincias no han tenido miramientos en emitir semi-monedas )-

LA ARGENTINA ES DIFERENTE

Firma:Pablo T. Spiller
Catedrático, Universidad de California, Berkeley, y Director, LECG, LLC
[ P ]Los gobiernos provinciales han sido las fuentes del resquebrajamiento financiero nacional

** Nota **Durante la visita del secretario de Tesoro estadounidense, Paul O’Neill, circularon varias encuestas sobre la supuesta razón por la que Estados Unidos había adoptado una política para Brasil y Uruguay, diferente de la empleada para la Argentina. La opinión mayoritaria común en dichas encuestas era que la política diferente hacia la Argentina reflejaba el deseo de los EE.UU. de darle una lección. El hecho de que la mayoría de la población piense así puede entenderse tanto como un éxito de la propaganda de los partidos políticos, cuanto como un fracaso rotundo de la democracia. El hecho de que ninguno de los partidos políticos serios tome la vanguardia reconociendo que la Argentina tiene mucho que hacer para retomar la confianza de los organismos internacionales y de los inversores, representa el fracaso de la democracia. Los problemas argentinos son autóctonos, no son Made in USA, y la fuente de esos problemas hace la diferencia respecto de la situación actual de los demás países del Cono Sur.
 

Con el apoyo solidario de los diversos partidos políticos, la Argentina no sólo entró en cesación de pagos, sino que además la salida de la cesación de pagos se ve cada vez más difícil. En esencia, para que esto suceda, el riesgo país debe bajar a niveles razonables de 400-600 puntos permitiendo la renovación voluntaria de la deuda pública. No obstante, el riesgo país no bajará si antes no se toman medidas concretas frente a las condiciones que hicieron que éste registrase valores cercanos a los 9.000 puntos. Esas medidas son esencialmente tres: primero, la introducción de restricciones presupuestarias fuertes a las provincias; segundo, la limitación de la capacidad (y/o voluntad) del Estado nacional de tomar deuda pública provincial, y tercero, la limitación en el gasto público nacional. El énfasis de las medidas a adoptar está en las provincias y no tanto en el Estado nacional. En última instancia, los gobiernos provinciales han sido las fuentes del resquebrajamiento financiero nacional. Han sido las provincias las que no tuvieron miramientos en emitir semimonedas; las que no reformaron sus aparatos burocráticos y no redujeron el tamaño de los mismos. Las provincias sistemáticamente se han apoyado en su poder sobre el Congreso para forzar al Estado nacional a asumir sus ineficiencias.
 

La incapacidad del Estado nacional de autolimitarse en su apoyo fiscal a las provincias es esencialmente lo que diferencia a la Argentina del resto de los países del Cono Sur. Es por ello que, una vez creada la desconfianza, es tan difícil conseguir que los inversores reviertan sus expectativas. El Estado nacional puede firmar con el FMI u otras entidades acuerdos por los que se compromete a ciertas reglas de gasto del Gobierno central, pero no es capaz de comprometerse a lo que las provincias van a hacer. Brasil, con su fragmentación parlamentaria y su representatividad política individualizada, otorga mayor capacidad de manejo al Ejecutivo Nacional. El Uruguay, país centralizado, no tiene esa superposición de poderes.
 

La Argentina, sin embargo, con su representatividad regional partidaria y el poder de las maquinarias partidarias provinciales le otorga a los caciques provinciales control sobre el quehacer nacional. Y aun así, la visión de un ejecutivo débil no es –al menos hasta ahora–, la perspectiva preponderante en la Argentina. La persona común ve al Presidente vetar artículos de leyes y reemplazarlos por decretos completamente distintos; emitir decretos por doquier y determinar si el juicio contra la Corte va o viene. El poder del Presidente es más apariencia que realidad. Sólo cuando sus políticas no contradicen los intereses de los caciques partidarios provinciales es que el Presidente toma poder.
 

Para liberarse del yugo de los 9.000 puntos básicos de riesgo país, la Argentina tiene que romper con el poder de los caciques partidarios provinciales. La presente administración en algún momento mencionó eliminar listas sábana, hacer internas abiertas no sólo para el candidato a presidente sino para los candidatos a diputados y senadores. Lamentablemente, todo esto se ha ido por la borda con la oposición de los gobernadores. Duhalde tuvo su oportunidad de liderar al país en una reforma política genuina, pero la dejó pasar. Una vez más, esto confirma el poder de lo que con mi colega Mariano Tommasi hemos llamado el equilibrio institucional general. La problemática argentina no se resuelve con parches. Es necesario hacer un cambio institucional profundo, modificando drásticamente la forma en que los argentinos eligen sus representantes. De lo contrario, se tendrá que volver a poner las esperanzas en algún individuo carismático, ambicioso y decidido, que durante algún tiempo pueda levantar al país de su recesión emocional y económica, para luego volver a otra crisis de confianza y otra recesión



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